jueves, abril 22

Domingo, 30 de diciembre de 2001

Estoy en Cádiz. Zahara de los Atunes. Es la primera vez en mi vida que viajo solo y me lo estoy pasando en grande. Increiblemente bien. Nunca pensé que me pudiese divertir tanto viajando solo. Estoy de un humor excelente, hablo con todo el mundo, canto a voces en el coche... ¡hago lo que me da la gana! y no tengo que rendir cuentas a nadie. En realidad no estoy tan solo: me acompaña Oscar (mi perro) y Begoña al otro lado del teléfono.
Hasta hoy estaba en casa de sus padres y hemos podido hablar todo lo que nos ha dado la gana, que ha sido muchísimo. Cuando venga la factura del teléfono me acordaré pero me encanta. Cuando hablamos la siento muy cerca, a mi lado. Y todos estos días nos hemos ido aproximando más cada vez.
Hoy se acabó porque a las 19:30 ha llegado a Valladolid ¡puaj! Su novio es un chulo, un vago; decía que no iba a ir a buscarla a la estación ¿pero qué se ha creído? Al final va pero porque va también su amiguito.
Bego lo ha pasado muy mal estos últimos días. Dice que me echa mucho de menos y que lo pasa fatal tan lejos de mi. Su novio no hace más que empeorar la situación: le ofrecieron empezar a trabajar y lo rechazó porque tenía que ir el día de nochevieja.
Dice Bego que está muy quemada y que no aguanta más, que en cuanto lleguen a Madrid le deja. No quiero hacerme muchas ilusiones porque es débil y sé que puede "recaer" en cualquier momento.
¡Una buena noticia! Es muy posible que la noche del uno al dos durmamos juntos en la Bu. Todavía no me lo creo. No me quiero hacer muchas ilusiones porque sé que puede ocurrir cualquier cosa. Ni que decir tiene que tengo muchísimas ganas. Lo que ocurra hoy y mañana en Valladolid puede ser clave para el futuro de nuestra relación y de la vida de Bego. Habrá que esperar.
Mientras tanto yo sigo aquí, en Zahara, disfrutando de lo lindo.
Cuando salí de Madrid la temperatura a veces subía hasta "0" grados. La nieve caída una semana antes aún no se había derretido de los campos y una espesa niebla impedía ver tres metros más adelante.
Avanzando por Castilla, el hielo formaba flores en los pastos. Un inmenso paisaje blanco se extendía ante mis ojos, deslumbrados por el sol filtrándose a través de la niebla.
Poco antes d ellegar a Despeñaperros el sol fue ganando la batalla a las nubes y la temperatura subía.
Cuando ascendí el puerto, un verde intenso era el protagonista y la luz ya no estaba tamizada por las nubes. La temperatura ahora era de catorce grados. Increíble, pero así es.
Ahora mismo, 30 de diciembre, escribo estas líneas sentado en el patio, a la luz de la luna llena y... en mangas de camisa. Sólo noto un ligero frescor que desaparecería si me echase una chaquetilla.
Puede resultar curioso que dedique tanto espacio a hablar del tiempo pero me parece importante porque parece que en este viaje todo se está confabulando a mi favor: el sol, la luna, las nubes... se han puesto de acuerdo para que mis primeras (¿y últimas?) vacaciones en solitario sean un auténtico éxito.
Tanto es así que ayer, cuando venía, pasé por la Playa de La Barrosa (Chiclana de La Frontera) en el instante preciso que se ponía el sol. Hace años leí que era una de las puestas de sol más bonitas e intenté presenciarla pero después de esperar varias horas las nubes taparon el horizonte y el espectáculo finalizó antes de lo previsto, sin empezar.
Ayer, cuando quedaban pocos minutos para que el sol se ocultase, vi un letrero que decía: "Playa de La Barrosa" ¿Una señal? Quizá. Giré bruscamente el volante y pude contemplar lo que se interrumpió años atrás.
Y cuando el sol se duerme, la luna despierta y... ¡está llena! Es increíble.
Estoy rodeando de naranjos, limoneros, romero, laurel, higueras, jazmín... y la luna en el cielo. Soy afortunado.
Hoy he visitado lugares que ya conocía pero los he descubierto. Bolonia o Tarifa no me llamaron la atención cuando los vi por primera, incluso por segunda vez. Sin embargo hoy e he perdido durante horas por sus arenas y sus calles.
Bolonia me ha fascinado y Tarifa me ha embrujado. Lo he visto todo con ojos nuevos, con ojos inocentes de niño al que todo impresiona y todo ilusiona. Lo he visto, también, con los ojos de Begoña (esos sí que me embrujan) porque le iba contando en directo todo loque veía.
Estaba yo subido en lo alto de la duna de Punta Paloma cuando me ha dado la noticia de que se quedaría el martes a dormir conmigo.
me he tumbado sobre la arena, el perro a mis pies, el teléfono en una mano y todo el cielo sobre mi. El anochecer más hermoso.
Antes de tiempo interrumpí ese mágico momento porque oscurecía tanto que temí no saber volver al coche.
Mientras seguía hablando con Begoña corría por la arena riendo sin parar de pura felicidad a pesar de no encontrar el camino de vuelta.
Evidentemente lo encontré, ja, si no, no estarái escribiendo esto.
Ahora no tengo mucho sueño pero voy a acostarme porque no quiero levantarme tarde. La noche es preciosa pero también quiero aprovechar el día.